27.11.08

Momentos.


Una mirada de complicidad, una sonrisa dirigida expresamente a ti, un abrazo en el que ambas os fundís, un momento. Tan sólo la fragilidad de ese momento. No te acostumbres. No lo hagas, lo digo por tu bien.

El contacto humano es tan diverso como efímero. No intentes aferrarte demasiado a quien abrazas hoy, porque puede que no sean tus brazos los que la rodeen mañana.

Momentos, la vida está hecha de ellos. Buenos, malos ,extraños, eternos, fugaces...pero no son más que eso. Y después de uno, viene otro. No te estanques en alguno que ya ha haya pasado. Vino, estuvo y se fue. No, no te esfuerces; no volverá. Ni ella con él. Ni lo que sentía, ni lo que sentías tú, ni siquiera lo que sentía cualquier otro. Fin. Fin del momento, y a por otro.

No te claves en ninguno de ellos, por mucho que éstos se claven en ti. No lo hagas porque, aunque sigan presentes en tu cabeza, no volverán, tu espera se hará inútil, y correrás el riesgo de dejar pasar otro momento. Puede que te interese más o menos pero seguro que aprendes de él. Siempre lo haces, aunque tú no te des cuenta.

Momentos. Disfrútalos, súfrelos, sé víctima o benefactor de ellos. Vívelos pero, por encima de todo, limítate a sentirlos.

Reflejos.


Reflejos. No quiero enamorarme de reflejos. Un reflejo no va a poder besarme, ni va a darme un abrazo cuando más lo necesite. No va a secar mis lágrimas, ni va a compartir mis sonrisas. Un reflejo no va a acariciarme, ni va a susurrarme al oído antes de dormir. Tampoco va a regañarme cuando haga las cosas mal, ni se va a enfadar cuando llegue tarde. Un reflejo no va a llorar por mi culpa, y yo no voy a poder recoger sus lágrimas con la punta de mis dedos.

No va a poder, no voy a poder. Simplemente, porque es un reflejo. Nada más que un reflejo.

No quiero enamorarme de reflejos. No quiero ilusionarme por un reflejo, por algo que en el fondo, no acaba de ser real. Cada semana, cada día, encuentro uno de esos reflejos y, sin quererlo, acabo eclipsándome por ellos, por sus cosas buenas, a veces, por sus pequeños defectos, esos que hacen que cada uno sea especial. Ilusiones, para que después, igual que un reflejo en el agua, se distorsione o desaparezca con solo rozarla.

Reflejos que aparecen y desaparecen. Reflejos que reaparecen. Tan sólo eso; reflejos. Uno tras otro. Y no consigo que me llenen. Porque un día veo un reflejo, porque si cierro los ojos y los vuelvo a abrir, veo otro.

Porque son reflejos, nada real. Porque no son una imagen sólida, que perdure. Porque para mí, al final solo son reflejos. Y porque empiezan a generar un vacío.

Reflejos, frágiles, que no son como aparentan, sino la versión real de éstos. Porque no puedo enamorarme de un reflejo. Tic tac, ilusiones que se deshacen a cada segundo, con cada golpe definitivo de las manecillas del reloj.

Reflejos, solamente reflejos. Reflejos que no puedo alcanzar, reflejos que borro cuando me canso de observarlos. Porque ninguno consigue embelesarme por completo. Porque ninguno consigue que, al volverme para ver su rostro real, sienta la necesidad de tomar su mano, de acercarme al lago desde donde lo observaba, para vernos reflejados en él.

Reflejos, nada más que reflejos. Y esta horrible angustia, que se resiste a reflejarse, para que yo la pueda borrar.

Reflejos, solo eso; reflejos.