26.11.09

El día en que nada es suficiente


Es así, un día te levantas y sientes que ya no te basta. Todo. Todo aquello que un día bastó, aquello con lo que decidiste conformarte un día, ya no es suficiente. Y entonces te preguntas el porqué lo que desde un principio te pareció lo justo, ya no te sabe tan bien. Y encuentras la respuesta en tu egoísmo, en la evolución de tus necesidades.

Ya no es suficiente porque has decidido no conformarte. Y ahora lo quieres todo. Y eso, como ya sabes, es mucho pedir. Nunca se puede tener todo, esa es una palabra que abarca algo demasiado grande. Tan grande, que ni tú misma puedes rodearlo con tus brazos. Y eso te hace sentir frustrada.

Tus necesidades, o lo que tú crees que son tus necesidades, te van a acabar asfixiando. Y lo mucho puede llegar a parecerte poco. Insuficiente. Y eso, como sabes, puede y va a resultar fatal.

Pero el conformismo no es la solución; nunca lo es. La solución es buscar el equilibrio y, como seguro que no lo vas a encontrar, porque el equilibrio es imposible (tal como decía el tatuaje de una chica que conocí en clase), lo máximo que puedes tratar de hacer es mantenerlo a tu manera, y ver si eso te sirve.

Si no, siempre puedes calentarte la cabeza, que parece ser lo que mejor se te da hacer.

24.11.09

Viviendo en una burbuja


Y justo cuando crees que algo va bien...¡zas! Despiertas. Y te descubres a ti misma viviendo en una burbuja; la que tú misma has creado. Y es tan frágil que temes que, con cualquier movimiento en falso, explotará, y tú y tu idílica situación os precipitareis al vacío con ella.

¡Pumba! Y al suelo. Y es entonces, a partir de ese momento en el que eres consciente de que, desde el primer momento, todo se encuentra en la cuerda floja, cuando empiezas a valorarlo todo, con la certeza de saberte vulnerable,. Débil ante algo que ni siquiera sabes bien qué es. Ante el bienestar que, a veces, se nos antoja eterno, pero que nunca lo es. Porque si no, la vida sería demasiado predecible como para que nos sorprendiera.

A partir de ese instante empiezas a moverte cuidadosamente dentro de tu burbuja, de tu pompa de jabón. De la ilusión que, en parte, tú misma te has montado sin la ayuda de nadie Y empiezas a replantearte lo efímero de las cosas que te saben bien. Que te saben a eternas, cuando nada lo es. Y ya ni siquiera entiendes tus propias palabras, tus propios pensamientos o, incluso, las palabras que, desmesuradamente y sin control, brotan de tu boca. Sin saber muy bien de dónde vienen; si de tu cerebro, o de tu corazón. Quizá incluso de un lugar que todavía tú desconoces, uno que se encuentra recóndito en tu consciencia y que, a veces y sin saber por qué, con sentido o sin él, pugna por salir al exterior para poder manifestarse.

Es extraño el sinsentido de algunas cosas, y la importancia que le damos a veces sin entender por qué. Esa voz en tu conciencia que a veces deseas acallar,,bien porque sabes que todavía no ha llegado el momento de escucharla, o bien porque ni siquiera lo quieres hacer. Pero, pese a eso, muchas veces es tan fuerte que no puedes controlarla, sino que se convierte ella en la que te quiere acallar a ti. En ese momento empieza una lucha constante entre tu miedo y tu valentía. Entre la certeza y la incerteza; la decisión y la indecisión. Y por culpa de eso, tu cabeza está allí, allá, o más allá, pero no donde debería estar. Lo cual sigue sin llevarte a ninguna parte y, además, no te deja de martirizar. Vale, lo asumes, eso es así y no sabes como evitarlo. Pues menuda mierda.

5.11.09

(I) Amanecer


Me despierto, y me quedo un buen rato ahí, observándote. Después de una eternidad, aparto las sábanas, y salto por encima de ti. Las siete de la mañana, el sol saliendo. El frescor del amanecer, tú durmiendo todavía, con una sonrisa en la cara y la respiración acompasada. La brisa entrando a través del balcón, olor a jazmín y a hierbabuena. Tostadas, cereales, café. Todo un día por delante. Una buena ducha, el libro que tengo a medio leer. Tranquilidad. Abajo, mucha gente empieza el día, mientras otra mucha todavía duerme. El vecino desperezándose junto a su ventana, el gato paseándose por el tejado. El reloj, avanzando, el despertador a punto de sonar. Lo apago. Pasos lentos hacia la cama, y me vuelvo a tumbar a tu lado. Besos en la espalda, lentos, suaves. Volteas la cara y, lentamente, se te van abriendo los ojos. Brillan, aún estando medio cerrados. Deseos de detener el tiempo, y volverme a dormir, para volver a despertar y poder hacer lo mismo. Pero no; es hora de empezar el día, de vivirlo, de aprovecharlo. Luego, la noche volverá, y después de ésta, otro amanecer más. Y con éste, felicidad.

22.10.09

Tú. Sin más.


Tú me das calor. Y con eso, ya sobran las palabras.

21.10.09

Crash


Hay un momento; ese momento, en el que todo hace crash. Crash, y se rompe algo en ti, en tu interior. No sabes bien qué ha sucedido, qué ha sido esa sensación…pero sabes que la has sentido. Te ha dolido, quemaba.

Y te detienes a pensar, cavilando sobre qué ha podido ser el causante de esa ruptura. O en qué momento empezó a suceder. Pero no lo encuentras, y te pierdes entre la delgada línea existente entre el recuerdo y la imaginación. Y la cruzas, y entonces estás perdida; porque por mucho que lo pienses, ya ninguna conclusión a la que puedas llegar va a resultarte válida. Porque desconfiarás hasta de ti misma. No te lamentas deseando poder volver atrás para evitarlo, puesto que ni siquiera sabes cómo pasó. Por tanto, si retrocedieras, posiblemente volvería a pasar lo mismo.

Crash. Y todo cambió. Te sientes harta. Harta de lo que te rodea, de lo que no te rodea, de lo que tienes cerca y de lo que tienes lejos. De lo que ni siquiera tienes. Harta de ti. Y lo peor de todo; sigues sin saber porqué. Sólo tienes esa terrible y angustiosa seguridad de que estás cansada, pero no puedes descansar, porque no sabes de qué. Sabes que la evasión ya no te ayuda porque, una vez vuelves (y siempre tienes que acabar volviendo), los problemas siguen ahí.

A veces te gustaría meterte debajo de la manta y que, cuando alguien la retirara, tú hubieras desaparecido. Lo que no sabes es dónde te gustaría haber ido. A menudo te paras a meditar sobre el sentido de todo. De tu vida, de lo que haces, de lo que no haces. De por qué haces lo que haces. De tu existencia. De todo. Y eso te cansa todavía más, pues nunca eres capaz de responder a todas tus preguntas. Ni podrás serlo nunca, o si no, te acabarías por aburrir. Posiblemente, con total seguridad.

Saltas a la primera de cambio, fruto del cansancio acumulado. Pero de vez en cuando crees que es lógico hacerlo. Otras, ni siquiera sabes por qué te ha importado algo tanto. O simplemente, por qué te sigue importando. Y es confuso. Todo, en conjunto lo es.

Otras veces, te sientes inmensamente feliz. Por eso no eres capaz de entenderte, y eso te cansa. No quieres buscarle una razón a todo, aunque casi todas las cosas la tengan.

Y ansías que el viento te golpeé con fuerza en la cara. Para despertar o, quizá, que te llevé con él para seguir soñando. Quieres que haga frío a fuera, y calor dentro. No ves el momento en el que eso vuelva a suceder. Pero sigues resfriada, y estás harta de estornudar. Necesitas que el frío venga de fuera. Sentir algo más de calor en tu interior. Enciende el fuego. Quizás si calienta demasiado, los pedazos se fundan entre ellos y vuelvan a unirse. Si no igual que antes, al menos de forma similar.

7.9.09

Si tengo que salir de tu vida


Si tengo que salir de tu vida, espero no hacer demasiado ruido. Desvanecerme, como aquellas promesas que, tantos e ilusos de nosotros, nos hicimos un día.

Si tengo que salir de tu vida, espero no tener nunca ganas de volver a entrar. Probablemente, ya será tarde.

Si tengo que salir de tu vida, no quiero que pienses en mí como alguien que estuvo de paso, y luego se fue. Alguien que no quiso quedarse.

Si tengo que salir de tu vida, prefiero que pienses que jamás existí. Pues no me gustan los recuerdos. Especialmente, los del corazón.

Si tengo que salir de tu vida, olvida que estuve. Qué soy y qué fui. Que un día fui contigo, y ahora soy sin ti.

Si tengo que salir de tu vida, muéstrame el camino. Enséñame la salida. Y una vez fuera, cierra con llave, y sé feliz.

6.9.09

Borradores


¿Recuerdas aquél borrador verde, en el que grabaste tus iniciales junto a las mías? Es el mismo que utilicé para borrarte de mi vida.

Así, pum. Visto y no visto. Como si nuestra historia no fuera más que un cúmulo de palabras que se pueden borrar. Como si nada de esto hubiese ocurrido. Como algo que no vale la pena, o que, por el contrario, la valió demasiado como para querer recordarlo durante toda una vida; y ten en cuenta que ésta es la única que tengo.

Fue bonito, y especial, mientras duró. Después, vacío. Tuvo que ver con el tiempo, que acaba por emborronar los destinos escritos en lápiz. No debimos hacerlo; eso ya te lo dije.

Todavía se me escapan las lágrimas, caprichosas, cuando pienso en lo que fue y pudo haber sido. De nada sirve buscar las palabras adecuadas para decirlo, si ni siquiera sabes realmente lo que quieres explicar. Yo no lo sé. Ni porqué te escribo, tampoco. A ti, que nunca vas a leer nada de esto. A mí, que nunca he sido ni he querido ser consciente de mi sinrazón. De esa que me hace libre, mientras me conduce de cabeza hacia el abismo de la infelicidad.

Emociones que amenazan con desbordar por los límites de mi corazón. Hasta encontrar lo poco de cordura que me queda, para arrastrarla con ellas también. Nada sirve, si no estás tú para compartirlo conmigo. Nada seguiría sin servir, aun que lo estuvieras.

Desde entonces, odio los borradores porque, cada vez que veo un espacio en blanco, me imagino que lo nuestro ha estado escrito ahí. O que podría haberlo estado. Y el ser consciente de ello, sólo hace que me den ganas de destruir todas esas estúpidas gomas de borrar, que de tan poco sirven, pues lo único que consiguen es hacerme recordar. Ya que, desgraciadamente, no desaparece lo que se inscribe en el corazón.

¿Recuerdas aquél borrador…? ¿Pues sabes qué? A la mierda con los borradores.

21.8.09

El miedo también cabe en la maleta.


No importa cuan segura te sientas de ti misma y de tus capacidades. Ni lo convencida que estés de que has crecido, de que ya no tienes miedo, y de que la independencia o te asusta; te encanta.

Da igual lo que creas, siempre te acabarás sorprendiendo. A ti misma y a los demás. Pero, ¿acaso no es el miedo algo natural en el ser humano? Ten miedo, no pasa nada, es normal. Pero no te dejes vencer por él, eso nunca. Sea lo que sea que te espere por delante, hazle frente. Te las apañarás, de una forma o de otra. Y recuerda que desperdiciar oportunidades no es precisamente algo aconsejable. Y más aún cuando no sabes si volverán a presentarse.

Todo saldrá bien. O no. Pero no puedes seguir escondiéndote bajo la manta como cuando eras una niña, y algo te daba miedo. Espabila. Haz las maletas y prepárate para lo que venga. Y desconecta. Cuando vuelvas, tu vida te seguirá esperando, y seguro que tienes el tiempo suficiente como para aburrirla.

Vive lo que venga, pero vívelo.

17.8.09

Volver a empezar (otra vez).


Ayer estuve en Elche, colocando mis cosas en mi nueva habitación. Tengo balcón, y en él voy a tener plantas (¡por fin!), así que voy a tener algo que cuidar (o morirán); lo que implica una (pequeña) responsabilidad. Bueno, es un buen comienzo. Así que voy a tener que cuidar de alguien más que de mí misma, a ver si con esto de las plantas entreno. Es estúpido, pero oye, que para mí es un gran paso. Si consigo que no se me mueran en todo el año, me sorprenderé mí misma y todo.

Además, no seré yo sola la que ocupe la habitación. Por primera vez, he cedido un poco de mi espacio íntimo y personal (y además, muy gustosa de haberlo hecho), para compartirlo con otra persona, en vez de ocupárselo yo. Ves, eso sí es un gran paso. Puede que inconscientemente haya sacado lo de las plantas para quitarle un poco de peso a ese asunto que hasta a mí, y especialmente a mí, me parece sorprendente. No sé, pero la cuestión es que me siento bien. O más que bien. Feliz.

También tengo que estudiar para los exámenes de septiembre, prepararme las pruebas de nivel de la escuela de idiomas, acabar la mudanza (que se dice pronto), hacer los exámenes que acabo de citar, matricularme (tanto en la universidad, como en la escuela de idiomas), preparar mi viaje a Malta, e irme para allá. A pasar tres semanas en un país desconocido para mí, con gente desconocida, y con un idioma que no domino y que apenas conozco (muy triste, sí). Y sé que me dejo cosas.

Así que en estos momentos, mi cabeza está dando vueltas en una montaña rusa, y creo que viaja a demasiada velocidad. Y sé que, para una persona como yo, muchas de estas pequeñas cosas pueden llegar a suponer grandes desafíos.

Por eso me sorprende que, entre tanto caos, encuentre tanta paz.

11.8.09

Éxtasis.


Mírame. Quiero que leas en mis ojos que quiero que te quedes esta noche. Que intuyas en mis labios que deseo que me toques. Que huelas en mi piel que anhelo el placer.

Tira a un lado tu chaqueta, acércate, y arráncame la ropa; esta noche no la necesito. Muérdeme, provócame escalofríos. Hazme temblar. Esta noche quiero pasarla contigo.

Me muero porque vivas dentro de mí, tan sólo esta noche. Te dejaré probar aquello que muchos otros han deseado encontrar. Acaríciame, juega conmigo, hasta que se nos agoten los huesos. Hasta que no podamos más. Desbordemos el éxtasis hasta el final.

Átame si lo deseas, pero no me amordaces, porque además de gritar, voy a utilizar mi lengua para hablar un idioma que todavía desconoces. Déjame mostrártelo, que guíe tu mano, y que te acompañe por el camino de llamas que lleva hasta el frenesí.

Sin frenos. Hoy quiero arder y consumirme. Aguanta, quiero perder la consciencia en mitad da tanta excitación, quiero quedarme sin fuerzas, desatar mi furia y convertirla en gozo.

Cansarme tanto que se me nuble la mente. Hasta que olvide que son tus manos las que recorren mi cuerpo, y no las de él.

24.7.09

Acabar.


Es triste darte cuenta de que todo lo que te rodea: tus familiares, tus amigos, tu primer amor (o el último), tus sueños, tus planes, tus recuerdos, tus ideas, tu tiempo…tu todo, algún día desaparecerá. Porque nada dura eternamente. Porque “para siempre” es la más inútil de todas las expresiones inventadas por el hombre. Porque es falsa; supongo que por eso la utilizamos. Todo acabará, hasta tu vida. Hasta tú.

No estoy diciendo que haya que vivir amargado, pensando en eso constantemente, pero, ya que es un hecho, conviene tenerlo presente si no quieres llevarte más de un disgusto. Sólo eso.

Dicen que nada acaba mientras haya alguien que lo recuerde. No obstante, ¿de qué me sirve recordar algo que ya no está? ¿Para saber que existió? ¿Qué existió y ya no existe? Es bueno conservar los recuerdos, al fin y al cabo, parte de ti está hecha de ellos. Pero eso no significa que no pesen; a veces, incluso demasiado.

Es triste saber que todo lo que te rodea desaparecerá, sí. Pero más triste todavía es no saberlo. Cerrar los ojos, ignorarlo y que el día en que llegue el fin de algo, no sepas cómo aceptarlo.

Todo termina, tarde o temprano. Y es casi imperdonable que yo, que creía tenerlo presente y asumido, todavía me siga sorprendiendo.

18.7.09

Aprender.


Siempre que me pierdo (y mira que eso me pasa a menudo), recuerdo las palabras de una amiga: “Tú no sabes ser feliz”. Y lo peor de todo es que tiene razón. Pero, ¿acaso alguien sabe? Porque de ser así, no estaría mal que me lo explique.

Así que, si alguien puede contestarme lo siguiente, y además, con valor universal (no con el suyo propio), se lo agradecería. Bien, esto es:

1.- ¿Qué es ser feliz?
2.- ¿Cómo se puede ser feliz?
3.- ¿Cómo se mantiene la felicidad?

Y por favor, nada de respuestas superfluas o típicas.

Porque claro, supongo que (y creo no suponer demasiado) todos somos o hemos sido felices en determinados momentos u ocasiones, sí. Pero yo me refiero a ser feliz permanentemente. No del todo, tampoco me refiero a ser una persona sonrisa-payaso. Simplemente, no dejar que la felicidad nos asustes, nos agobie, nos confunda, o no nos deje pensar con claridad. Que esa felicidad no se torne contra nosotros a la primera de cambio. Que no nos aflija ni nos condicione.

¿Cómo demonios se consigue eso? ¿Y por qué nadie me lo ha explicado aún?

29.6.09

Impotencia.


Frente a ella, una mujer magullada, llena de moratones. “¿Por qué no le dejas?”, le pregunta llorando al espejo.

2.6.09

No hacer nada.

Dicen que uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Desgraciadamente, sé que tarde o temprano comprobaré que, en muchos casos, esta frase es cierta. Lo sé, y no hago nada útil para evitarlo. Y lo peor de todo es que ni siquiera mi conciencia sirve para que reaccione.

Es el momento de estudiar. Debería estar haciéndolo, maldita sea.

Observo los días pasar, y les despido con la mano. Adiós tiempo, adiós. No hago nada por retenerte y, cuando me faltes, me desesperaré por no haberte demostrado cuánto te necesitaba.

19.5.09

(Des) Cuidar.


Ella le quería, claro que sí. Y mucho, además. Pero un día, cansada de pintar sonrisas que se desteñían cuando él apagaba la lámpara de la mesilla de noche, lo abandonó. Aunque tampoco hizo exactamente eso. Le dejó una nota, y una bandeja con un poco de pollo para calentar en el microondas. Lo que no dejó fue su cepillo de dientes, ni su ropa, ni sus libros. Ni nada que por lo que tuviera que volver, más tarde o más temprano. Tanto se esforzó por no dejar cosas atrás, que hasta le hizo un hueco a su corazón en la maleta. Y costó más de lo que había pensado plegarlo y meterlo allí dentro. Al principio, le faltaba el aire, como si fuese a ahogarse en cualquier momento. Sin embargo, nada más cruzar la puerta del rellano sintió como una bocanada de aire fresco. Tan placentera fue, que hasta llegó a plantearse si finalmente el corazón se había echado atrás, había abierto la maleta, y se había vuelto a meter en la cama, cubierto totalmente con las sábanas, como si estando allí nada malo pudiera pasarle. Pero no, ella no le había dicho la combinación. La había pensado a conciencia, para asegurarse de que, en última instancia, no se arrepentiría de ir en busca de su libertad.

Él era bueno, jamás diría lo contrario. Ese no era el problema. Era descuidado, eso sí. Tanto, que hasta suspendió en el amor. Y, al igual que muere un pez si se le da más o menos comida de la que necesita, murió esa llama que un día la había quemado por completo. Ese sentimiento que le hizo perder la cabeza por él. Ese que la había hecho creer que es posible ver a la misma persona por la mañana, por la tarde, y por la noche, sin que la vista acabe tan cansada, que hasta duela mirar a esa persona.

Ahora, ese mismo sentimiento la ahogaba, la retenía y la anulaba. Tanto, que incluso a veces se planteaba si realmente sería tan invisible para los demás como lo era para ella misma, cuando se miraba al espejo. Ni siquiera era capaz de recordar cuándo o en qué momento empezó todo. Quizás fue la primera vez que ella le enseñó algo que había escrito y él la ignoró. O tal vez en una de las muchas ocasiones en las que se ponía a divagar. Él la oía, pero no la escuchaba. Ella podía verlo con total claridad. Puede que fuera una de tantas veces que no supo leer en sus ojos lo que sentía. La tristeza, la felicidad, o el miedo que a menudo se reflejaba en sus límpidas pupilas marrones. Tal vez, una de esas noches en las que se sentía extraña, y él no era capaz de comprender que, en realidad, estaba perdida. Que siempre lo había estado y que, en realidad, sólo buscaba a alguien que tirase de su mano con delicadeza, y se ofreciera a buscar un camino junto a ella, mientras hablaban de cosas banales. Sin más.

Pero el motivo que lo empezó, o incluso el que lo acabó, el detonante que hizo que, un sábado por la mañana ella se levantara y decidiese salir en busca de no se sabe bien qué (no, ni ella misma lo sabía), ya no importaba. El caso es que ahora caminaba sola por la calle, cargada con una maleta y el bolso de mano, con dirección a la próxima parada de autobús. Mientras, en el cielo, empezaba a chispear. Y el casi imperceptible sonido de la lluvia al chocar contra la acera, ahogado por el estruendoso sonido de la maleta, le parecía hermoso. Tanto que, por un momento, deseó tener el tiempo suficiente como para poder observar cada una de las gotas que caían en el suelo, conciente de que cada una de ellas era única; no existían dos iguales. Y entonces, un par de lágrimas se desprendieron de sus ojos, recorriendo lentamente su mejilla. Aquellas lágrimas también eran únicas, y por un momento, deseó que él se hubiera fijado en eso. Que, al igual que ella, hubiera sentido esa necesidad de pararse a observar, de dedicarle un poco de tiempo. A ella, que jamás se cansaba de mirarlo. Despierto, o dormido. Mientras reía, o se concentraba, el momento daba igual. Cualquier excusa era buena para sonreírle en cualquier momento, cuando él volviera a reparar en su existencia.

Sólo necesitaba eso; sentirse importante, quizás hasta interesante. Justo como ella le veía a él, y todo lo que éste pudiese hacer. Pero eso jamás ocurrió. No durante más de un día seguido, si es que había suerte. Y, al igual que los peces, al igual que esas gotas que nadie se paraba a observar o, al igual que la comida puede estropearse si uno olvida ponerla a la nevera, ese amor murió. Se estrelló contra el suelo y se estropeó. Caducó, y dejó de tener sentido. La soledad empezó a pesar demasiado y ahora, ella tan sólo caminaba. Sin ningún destino claro ni dirección, pero hacia delante, rumbo a su libertad, estuviera donde estuviese. Pero sobre todo, prometiéndose a sí misma que, si la encontraba, no se permitiría el lujo de descuidarla ni dejarla pasar. No mientras le importara retenerla a su lado. Eso jamás.

12.5.09

Calor.


Muérdeme los labios, y no pares hasta que me duelan. Apaga la luz, y deja que mis dedos recorran cada centímetro de tu piel. Nos leeremos en braille hasta que asome el amanecer. Después, con los primeros rayos de sol, puedes bajar la persiana. Fingiremos que el tiempo se ha detenido, suspendido en un momento; ese preciso momento, a nuestra merced. Jugaremos con las normas de la existencia y desafiaremos las leyes de la gravedad. Créeme, abandónate conmigo y después, nos volveremos a reinventar. Caricias, roces, calor. Deja que te susurre al oído cuánto deseo probar estas palabras. Tengo hambre, hambre de ti, pero no te preocupes, no te voy a comer. Tan sólo deja que te saboree. Hoy, ahora, en este preciso instante, hagamos que el siempre sea esta noche.

Y después, cuando, exhausta, caiga rendida sobre la cama, y me sumerja en un cálido sueño, no te quedes a mi lado por miedo a hacer ruido. Cuando me despierte y abra los ojos, posiblemente tu cara sea lo último que desee ver. Seguramente, después de un buen café, ni siquiera me acuerde de tu nombre, tampoco creo que a ti te importe demasiado que no te dijese el mío. Así que vete, no dejes ninguna nota. No hagas mucho ruido al salir y cierra la puerta con cuidado, por favor. Al fin y al cabo la eternidad a veces dura lo que dura un orgasmo. Y llegado ese momento, yo ya habré alcanzado el fin de la inmortalidad.

11.5.09

Miedo.


Su familia, ajena a todo, lo amaba. Ella ya no, hacía tiempo que no. Por eso, cuando se presentaba a las puertas del trabajo a esperarla, con los ojos inyectados en sangre, ella sentía ganas de gritar. Pero, en vez de eso, le tomaba la mano y rezaba para que alguien tirase de la que le quedaba libre.

30.4.09

Sobre el amor y cambio.


A veces, tengo la extraña sensación de que las personas comprendemos las cosas más simples cuando ya es demasiado tarde, cuando ya no hay tiempo. Cuando el amor, el desamor, y todo lo que éstos conllevan, ya han terminado. Otras veces, en cambio, hay cosas que comprendemos demasiado pronto. Y en ocasiones, comprender algunas de estas cosas asusta, pero reconforta. Nuestra propia visión no es universal, cada uno tiene sus creencias y sus ideales. Puede que los míos sean un tanto extraños, pero no por eso voy a dejar de exponerlos.

Y es que, con el tiempo, me percaté de que en los cuentos nunca decían por cuánto tiempo eran felices y comían perdices. Nunca. Jamás contaban los problemas que habían surgido a causa de la convivencia, ni los celos que sufrían los protagonistas, ni los enredos, ni los engaños. Ni siquiera las aventuras. No revelaban si la princesa finalmente se cansaba de la arrogancia del príncipe, o de si éste se hartaba de la perfección y sosería de la princesa. No narraban si éstos se enamoraban de un vasallo o, incluso, si se planteaban su condición sexual. En realidad no decían nada. Un final poco aclaratorio y carente de imaginación, ideado para los más simplistas. Pensado tal vez para los idealistas. Pero, ¿y después? ¿Qué pasaba después?

Así fue como dejé de creer en el amor, o, al menos, en la visión que la mayoría de gente tiene de él.

A lo largo de nuestra vida cambiamos constantemente, estamos sometidos al cambio durante cada segundo de nuestra existencia. Todos, hasta el mínimo de los detalles, produce una alteración en nosotros. Surge algo que antes no estaba ahí, reaparece algo que quizá ya había estado, muere algo que creíamos que iba a perdurar.

No existen las personas inertes. Con el tiempo, cada persona evoluciona. Da igual si el cambio la hace mejorar o empeorar. La cuestión es que está ahí; esa persona que tú creías conocer y que, de hecho, tal vez sí conocías, ya no es la misma. Ya no existe, salvo en tu imaginación y tu memoria. Y, en este caso, se pueden dar dos situaciones: una, te vas adaptando al cambio progresivo que dicha persona ha sufrido. O dos, te estancas, y ambos/as os convertís en unos desconocidos. Tan sencillo como eso.

No existen personas para toda una vida, sino para momentos. Pequeños momentos que hacen grande nuestra existencia. Sí, compartir situaciones inesperadas. Algunas, que quizás ni habríamos podido llegar a imaginar.

Todo se desgasta, hasta el amor. Como decía Heráclito, "todo fluye, nada permanece". Nosotros fluimos. Puede que, en un determinado momento, consideres a alguien imprescindible para ti. Tal vez, creas y estés convencido de que, sin ese alguien, tu existencia ya no sería posible, no sería la misma. Bien, puede que te equivoques, al menos en una parte. En realidad, nadie es imprescindible para nadie. Todos vienen, se quedan y, tarde o temprano, se van. Y cuando se marchan tú y tu vida seguís ahí, de distinta forma, pero seguís. Puedes echar de menos a una persona hasta que te duela, pero no morirás en el intento. Recuerda que, después de esa persona, es probable que vengan muchas otras. O no. Momentos; la vida está llena de ellos. Momentos y personas, diferentes personas. Puede que encuentres a un mismo ser con quien compartir todos esos momentos o puede que, por el contrario, encuentres a muchos. Incluso tal vez es posible que no encuentres al adecuado.

Hay muchos tipos de amor, demasiados. Aunque, en realidad, nunca son suficientes. Los seres humanos nos necesitamos los unos a los otro, somos incapaces de de no crear vínculos o relaciones, sean de la clase que sean. Hasta la persona más independiente tiene amigos, familiares, alguien a quien amar o admirar.

No hay que ahogarse, las personas son eso; personas. Tú también eres una de de ellas. No permanecerás. Al menos, no para siempre. Debemos dejar de sentirnos asfixiados, de pensar que el mundo termina un día, con la marcha de alguna de esas personas. Habrán más, seguro. A veces te desenamoras volviéndote a enamorar. Otras en cambio, piensas que te enamoras demasiado a menudo, o demasiado poco, pero no es así.

La vida es un fluir de sensaciones. Habrá caprichos, aventuras, habrá amor. Pero la vida es muy larga y, a veces, nuestra misma forma de pensar muy corta.

Sin angustias. Todo pasa, todo cambia. Personas y momentos, de eso está hecha nuestra vida. Siempre rondará alguien por nuestra cabeza. Y si todavía no lo hace, paciencia, que llegará. Y puede que, con el tiempo. Ni siquiera siga siendo ese mismo alguien. Tendrás que esperar hasta que llegue ese momento. Sin angustias y sin presiones, pasará. Y tú estarás preparado o no para que pase, pero te acostumbrarás, y seguirás con tu vida, cambiando constantemente, cómo no.

La vida es vacío. Vacío que intentamos llenar con personas, experiencias y lugares. Nuestra vida es como una historia llena de capítulos, y nosotros la vamos escribiendo cada día. Aparecen, reaparecen y desaparecen personajes. Pero al final, siempre quedas tú. Tú y la historia que, sin prisa, pero sin pausa, vas viviendo.

Creo en el amor, estará ahí siempre, pero no espero que esté de la misma manera. Y espero estar preparada para cuando ese cambio tenga lugar porque, sin duda, llegará. Pero de no estarlo, no importa. Con el tiempo, o con el desarrollo de mi historia, tarde o temprano lo estaré.

Como ya he dicho antes, nuestras creencias no tienen porqué ser universales, ni mucho menos. Ni válidas para los demás. Pero estas son las mías por ahora. Dentro de unos meses, apuesto a que, probablemente, serán otras.

7.4.09

Desorden.


Miras hacia tu estantería polvorienta. Los libros con que tanta ilusión compraste, o incluso aquellos que te regalaron para que pararas de repetir que los querías, siguen ahí, esperando que alguien (por ejemplo, tú) los abra.

No. Ahora ya no lees apenas, ni escribes. Ni siquiera piensas en hacerlo. Bueno, en realidad a veces sí, pero con pensarlo no solucionas nada.

Tampoco pintas, ni cantas, ni sales a pasear cuando llueve, a correr por las angostas calles como una idiota. Como si el mundo se acabara. Como si tu existencia se agotara con cada gota que choca contra la acera.

Ya no sonríes con la boca abierta. Esa risa natural y sincera que ahora puedes ver en fotos de tiempos pasados. Tampoco lloras, no en público. Y a veces notas que se te agotan las palabras.

Sales. Eso desde luego; sales mucho. Pero no lo haces con esas extraña seguridad, esa confianza que te deja mostrarte totalmente tal y como eres, sin más. Esa seguridad de que puedes tropezar tantas veces como quieras, o hacer la mayor barbaridad que se te ocurra en ese momento; ellos te conocen, saben como eres, y que a menudo necesitas hacer ese tipo de cosas porque sí. Que a veces te evades en tus silencios, te ausentas y observas a la gente de tu alrededor como si tú no estuvieras allí. Y de repente vuelves, más despierta que nunca.

No ordenas tu habitación y, por consiguiente, tu cabeza. Sabes desde siempre que para ti las dos cosas van unidas, por extraño que pueda parecerle a los demás. No vas a clase, a penas pasas por allí y, cuando vas, sientes que esa silla se le queda pequeña a tu cabeza. Sí, a tu cabeza. Por eso simplemente reposas allí el culo.

Has olvidado francés, inglés, y prácticamente a tus mascotas. Bueno, a ellas las recuerdas, pero no como se merecen; siguen vivas. Y, cuando vuelves a casa, notas que ya no encajas allí. Ni siquiera en tu ambiente. La verdad es que no sabes dónde encajas exactamente.

Y, como no, sigues sin saber lo que quieres. Pero en parte ya te has resignado; posiblemente, no llegarás a saberlo nunca.

Tus amigos te repiten que no te conocen, pero a ti no te hace falta escucharlo, ya lo sabes. Tú tampoco lo haces. Pero estás cambiando, ¿no? Lo preocupante sería que no lo hicieras. Significaría que estás viva, pero que has dejado de vivir. Y no. No es precisamente así como te sientes. Más bien, todo lo contrario.

Ya no haces casi nada de lo que hacías. Lo sabes. Y no es que todo aquello te disgustara, qué va. Por eso no entiendes nada. Pero lo mejor de todo es que, por una vez, tampoco te importa ni quieres entenderlo.

No haces casi nada de lo que hacías y, sin embargo, te sientes bien, lo estás y, además, no puedes parar de sonreír.

24.3.09

Desaceleración.


El tiempo, que pasa. Pasa y no perdona. Cada segundo que se va ya no vuelve. Demasiadas cosas por ver y hacer, demasiado poco tiempo. Vivimos aceleradamente, evolucionamos. Las cosas, los objetos, los lugares, las tecnologías...todo cambia a nuestro alrededor. Y en esa constante prisa, en ese ir y devenir del tiempo, dejamos atrás lo que antes nos pareció tan maravilloso. Las cartas pasan a un segundo plano; los e-mails las han sustituido casi sin pretenderlo. Los viejos tranvías se detienen, las consolas sustituyen a las muñecas, los pisos a las casas, el teléfono al telegrama, internet se consolida como uno de los principales medios de comunicación; ya no hace falta ir a las tiendas, puedes hacer tus compras desde casa. Los parque se vacían; los niños pasan a preferir los grandes parques de atracciones a las tradicionales norias...y todos seguimos montados en el tiovivo de la vida. Todo tiene un precio; la aceleración de unas cosas, lleva a la irremediable desaceleración de otras. La atracción sigue girando, tú decides si seguir montado o bajarte de ella, pero el progreso está ahí, y no puedes huir de él. Tan sólo tienes que mirar hacia delante para no marearte. Darás muchas vueltas, pero sólo tendrás oportunidad de estar montado una vez, así que procura disfrutar.

15.3.09

La Ola.


Ya pasados los exámenes y el largo descanso voluntario que me tomé después de éstos, hoy me gustaría hablar de una película que vi hace poco: La Ola.
Como ya le han dado bastante boom en todas partes, no me gustaría excederme demasiado en mi comentario. De todas formas, recomiendo que nadie lea esta entrada si no quiere que le destripe nada importante.

Bien, la película en cuestión está basada en hechos reales. Concretamente, en el suceso que tuvo lugar en 1967 por el profesor Ron Jones, en la Cubberley High School de Palo Alto (California), y recreado a su vez en la novela The Wave, escrita por Todd Strasser bajo el pseudónimo de Morton Rhue.

En ésta, Rainer Wenger, profesor de historia, plantea una importante pregunta a sus alumnos: ¿Podría surgir en la Alemania actual una dictadura?

En principio, la respuesta de sus alumnos es No. A partir de éste momento, el profesor llevará a cabo una iniciativa por la cual se genera La Ola; movimiento social alternativo, compuesto por los asistentes a su clase y simpatizantes del movimiento. El experimento tendrá lugar durante una semana, durante la cual, el profesor Wenger será el líder del grupo. Ante esta idea, los estudiantes se entusiasman, y mejoran sus relaciones y su propia autoestima, superando así sus diferencias. Pero pronto se les empieza a ir de las manos: crean logos que esparcen por toda la ciudad, adoptan un uniforme, un saludo propio e intentan expandir la Ola por doquier, radicalizándose, hasta acabar en más de una pelea.

Ante esto, el profesor Wenger decidirá finalizar con el experimento, sin ser totalmente consciente de que ya es un poco tarde.

Con esto, la película no puede más que acabar con un final trágico, además de adoctrinante. Durante un encuentro con los componentes de la Ola, Wenger les hablará de la importancia de esa nueva organización, y de todo lo que podrían conseguir. El vitoreo y la exaltación de los jóvenes grita al unísono. Y es en ese momento cuando el profesor da su mayor lección: los alumnos se han dejado llevar. Se han creído mejor que los demás, y con derecho a decidir por ellos. Lo que allí acaba de pasar, podría ser perfectamente el comienzo de una dictadura.

Dicho y visto esto, queda contestada la pregunta inicial que les hizo su profesor. Por tanto, la respuesta, podría no ser No, sino Sí. Un aterrador Sí que todos deberíamos tener en cuenta.

Vivimos bajo un régimen democrático, pero no olvidemos nunca que tan sólo son eso; regímenes. Y en cualquier momento, bajo una o más personas con capacidad para manipular a las masas, podría hacer que el mundo en el que vivimos cayese. Y es éste el principal atractivo que, para mi gusto, tiene la película; que despierta la mente, y deja flotando esa pregunta y, por extensión, su posible respuesta, en la cabeza.

Por lo que respecta al guión en sí, lo que resulta un poco (por no decir mucho) inverosímil, es que los hechos suceden en una semana. Pero bueno, sirve simplemente para ver cómo una situación se le puede ir a alguien de las manos. Y pone en evidente la facilidad de manipular a la gente, en este caso a jóvenes que andan perdidos, a menudo con problemas familiares y cierta marginación social, que podrían dejarse llevar fácilmente por alguien que les ofreciera algo que hasta entonces no tenían; aceptación, comprensión, y ese sentimiento de pertenencia a algún lugar o grupo.

No me gustan las películas que, desde un primer momento, intentan adoctrinarte con sus sucesos, pero sí la que despiertan el interés e inquietan al espectador, y ésta, sin duda en mí lo consiguió.

Tal vez, ni siquiera sea necesario remontarse a una dictadura, basta con ver situaciones cotidianas, como manifestaciones, redes y grupos sociales, televisión...la manipulación está y ha estado ,desde hace mucho, a la orden del día. Y, si me paro a pensarlo, el asunto me asusta. Me aterroriza esa capacidad de dejarse llevar, o mejor dicho; guiar, de la gente. Y hace que me plantee muchísimas cosas. Creo que siempre deberíamos estar alerta y no perder de vista nuestros valores, así como reflexionar sobre éstos mismos. Queda dicho.

*Trailer:

13.3.09

Hervidero.


¿Qué pasa cuando te das cuenta de que, pese a tus esfuerzos, sigues sin saber lo que quieres? Esos momentos en los que te entra el miedo al pensar en la posibilidad de que no llegues a descubrirlo nunca. ¿Qué ocurre cuando, de repente, te das cuenta de que en realidad no quieres eso por lo que tanto tiempo has estado ofuscada? ¿Qué pasa cuando, de pronto, ves todo lo que deseabas en la palma de tu mano y, de pronto, descubres que no estás preparada para tenerlo? ¿Cierras la mano y lo coges con fuera o, por el contrario, lo dejas pasar? ¿Qué pasa si los demás no pueden entenderte por el simple hecho de que ni tú misma logras hacerlo? ¿Y si sientes que el miedo te invade? Es más, ¿qué pasa si no sabes a qué tienes miedo exactamente? ¿Qué sucede si un día te miras al espejo, y te das cuenta de que no te reconoces? Las personas cambian constantemente, por supuesto, pero, ¿qué pasa si no estás segura de si te gusta o no ese cambio? ¿Qué pasa cuando sientes que necesitas dejarte llevar por tus emociones pero te da miedo hacerlo? ¿Y cuando le haces daño a la gente a la que quieres por tu maldita indecisión? ¿Qué ocurre si en ocasiones recuerdas tanto tu pasado que te duele el alma? ¿Y si te angustia el futuro? O mejor, ¿qué sucede si te desconcierta tu propio presente? O si no te encuentras preparada para éste. ¿Qué pasa si te preguntas quién eres y no logras encontrar la respuesta? ¿Qué sucede si en tu cabeza las ideas y los pensamientos se agolpan unos con otros, nublando así tu capacidad de reaccionar? ¿Y si tus bruscos cambios de decisión no te dejan ser estar en paz? ¿Qué pasa si, cuando cierras los ojos, tus pensamientos te persiguen y la cabeza te duele tanto que crees que, de un momento a otro, va a estallar?... Dime, ¿qué pasa?

16.2.09

Encomiable.

Plaza de los pintores, París. Justo detrás de le Sacre Coeur. 18-02-08, 14:00 h.


Dicen que la belleza se encuentra en todas partes, en las pequeñas cosas, en el día a día. La cuestión es saber encontrarla; darse cuenta de que la tienes delante y, sobre todo, saber valorarla. Si no, puede que esté ante tus ojos y no puedas verla. La belleza, sea del tipo que sea, hace especial nuestra existencia, la vida en sí ya lo es, y hay que saber apreciarla. Todos y cada uno de nosotros podemos hacer, decir o crear algo bello. Yo admiro a aquellos capaces de crear arte; algo que, con sólo mirarlo, leerlo o tocarlo, te transporte. Resulta encomiable que haya alguien que, con sus manos, su voz, su mente, su alma o su corazón, sea capaz de crear algo que logre emocionar a una, a dos, o a cientos de personas. Algo que, al tenerlo delante todas y cada una de esas personas, consiga hacerles evocar un mundo entero para cada una de ellas. Hombres y mujeres que sí buscan la belleza y la encuentran, precisamente, emanando de su propio ser. Gente que decide compartir todo eso con nosotros, regalándonos un poco más de esa belleza a nuestro alrededor.

10.2.09

Regalar verdad.

Recuerdo que, hace unos meses, intenté hacerle un regalo diferente a una persona muy especial. Un regalo que no le haría a todo el mundo, ni siquiera a una milésima de una milésima de éste. Pero sí a ella. Quise regalarle la verdad, porque pensé que se la merecía.

La verdad; algo que casi nadie suele decir, salvo quizás en momentos puntuales. La verdad sobre lo que pensaba, sobre lo que sentía, sobre lo que yo era, o sobre lo que ella para mí. La verdad sobre lo que sabía y sobre lo que no sabía, incluso sobre lo que creía saber. Esa verdad que, en realidad, nadie desea saber. Precisamente por eso; porque es la verdad. Y la verdad es sólo eso. Con ella, muchas de las cosas que tal vez creíamos se van a pique. La verdad no tiene porqué ser agradable, fácil o sencilla de entender. La verdad es la verdad. Y nadie, no lo olvidemos nunca, absolutamente nadie, dice completamente la verdad. Jamás.

Si me preguntan si quiero escuchar una mentira o una verdad, dudo en responder, aunque realmente mi respuesta siempre será contraria a la que en realidad deseo.

Nadie debería pedir una verdad que no está preparado para escuchar. Y si lo hacen, deberían asumir las consecuencias, por duras que éstas sean.

Cuando le dije a esta persona lo que pensaba hacer, me dijo que prefería no saberla. Una vez dicho eso, me fue imposible revelársela. Luego, en cambio, se lo agradecí. Así que no se la dije. Ni siquiera intenté recordarla.

Tal vez, ni yo misma estuviera preparada para escucharla, aunque ésta saliese de mi boca.

7.2.09

Slumdog Millionaire.


Hoy me gustaría hablar de Slumdog Millionaire, película independiente, dirigida con gran maestría por Danny Boyle, ganadora de cuatro globos de oros (mejor película, mejor director, mejor guión y mejor música), y con diez nominaciones al Oscar.

La historia está basada en el famoso y conocido programa ¿Quién quiere ser millonario?, y transcurre en la India. El participante; un joven chico de las barriadas de Bombay (posteriormente, Mumbai), consigue contestar correctamente a cada una de las preguntas que se le formulan, dejando a la gente atónita y generando las sospechas del presentador del espectáculo y del orden público, por lo cual será apresado y torturado para que revele cuál es su secreto. A partir de este momento, Jamal Malik (interpretado por Dev Patel) nos introducirá en su historia; la cual le ha llevado a concursar al programa y conocer las respuestas de éste. Una historia donde el drama, el romance, y la violencia se mezclan de manera encomiable, manteniendo al espectador en vilo durante toda la película, y mostrando realidades de la India muy distintas.

Esta película de bajo presupuesto y de actores prácticamente desconocidos, consigue conmover y quedarse en la mente del espectador. Dev Patel capta a la perfección el carácter de su protagonista, logrando transmitir al público todo aquello que de pretende desde un principio.

Por lo que respecta a la imagen y el color, ambos elementos aparecen muy cuidados, con planos increíblemente nítidos, precisos, y buenos. Y para finalizar; una Banda Sonora propia del cine bollywoodiano, tan enérgica y sorprendente como a las que nos tienen acostumbrados.

En conjunto, una película totalmente recomendable, sobre todo para verla en pantalla grande, y disfrutar al máximo de su sonido y sus imágenes.

Y ahora, una mini opinión de última hora, que no hace falta que leais si no quereis que os desvele algo importante sin querer:

Huelga decir que a mi me encantó y disfruté con ella y el conjunto de sus elementos. Eso sí, para mi gusto, demasiadas perdices al final para tanto realismo al principio. Y no, no estoy siendo pesimista, simplemente me gustan los finales trágicos porque se me graban más en el cerebro.

*Trailer:

4.2.09

Vacío.

Paseo de París que se extiende por varias avenidas, justo arriba del río Sena. 16-02-08, 12:00 h.


Es extraño. Los seres humanos tenemos toda una vida por delante para disfrutar, sufrir, sentir, viajar, soñar, percibir...y miles de cosas que experimentamos a lo largo de nuestra existencia. Miles, y sin embargo, vacío. Algo que todos sienten o han sentido en algún momento de sus vidas. Un hueco, una carencia. Esa sensación tan difícil de explicar pero que, tarde o temprano, aparece. Cientos de preguntas para las que tal vez nunca logremos encontrar respuesta. Y esa sensación de soledad. Soledad que siempre nos acompaña porque, al fin y al cabo y después de todo, ella es la única que se queda, siempre.

Vacío. Sabemos que nos falta algo, pero no somos capaces de descubrir qué es. Y algunos, los menos conformistas, se pasan los días intentando averiguarlo. La mayor parte de las veces, en vano. Otros lo aceptan, y viven con él. Pero eso no quiere decir que no esté ahí.

Haces y sigues tu camino con él; con el vacío. Puede que, en el fondo, venga en nuestra naturaleza el sentirse incompletos porque, evidentemente, todo no se puede tener. Los recipientes se rellenan, las personas no. Porque somos humanos, y tenemos sentimientos. Algunos nos llenan, otros nos vacían.