24.2.10

Cambio de rincón


Como dice el título de la entrada, me cambio de rincón. Al igual que he escrito en mi nuevo blog, La libreta de notas, todo tiene fecha de caducidad, y supongo que la de El rincón ambivalente ya ha llegado.

No, no me he cansado de escribir, eso nunca. Además, si fuera así no estaría inaugurando otro blog. Es, simplemente, que me apetecía un cambio de aires. Y qué mejor cambio que uno completo. Cambio de blog, de sitio, pero el contenido básicamente va a ser el mismo (paranoias y más paranoias).

Además, como no quiero y me niego a que se pierdan todos los textos que hay aquí, iré colgando algunos en el otro blog, para que no desaparezcan (no, si n siquiera me los guardo en otra parte). Pero bueno, esto son cosas que ya digo en La libreta de notas y no quiero repetirme tanto.

Supongo que en cuanto termine de colgar los textos antiguos allí, cerraré este blog, ya que no voy a volver a utilizarlo. De todas formas, por ahora seguirá abierto.

Y nada, que si alguien lee esto y le apetece, que se pase por allí y eche un vistazo a ver qué le parece.

Gracias a todos los que habéis nutrido este blog de vuestros comentarios y observaciones, y también a aquellos que se han molestado en leer mis divagaciones sin mucho sentido. Nos leemos (espero) en La libreta de notas.

Natalia.

26.11.09

El día en que nada es suficiente


Es así, un día te levantas y sientes que ya no te basta. Todo. Todo aquello que un día bastó, aquello con lo que decidiste conformarte un día, ya no es suficiente. Y entonces te preguntas el porqué lo que desde un principio te pareció lo justo, ya no te sabe tan bien. Y encuentras la respuesta en tu egoísmo, en la evolución de tus necesidades.

Ya no es suficiente porque has decidido no conformarte. Y ahora lo quieres todo. Y eso, como ya sabes, es mucho pedir. Nunca se puede tener todo, esa es una palabra que abarca algo demasiado grande. Tan grande, que ni tú misma puedes rodearlo con tus brazos. Y eso te hace sentir frustrada.

Tus necesidades, o lo que tú crees que son tus necesidades, te van a acabar asfixiando. Y lo mucho puede llegar a parecerte poco. Insuficiente. Y eso, como sabes, puede y va a resultar fatal.

Pero el conformismo no es la solución; nunca lo es. La solución es buscar el equilibrio y, como seguro que no lo vas a encontrar, porque el equilibrio es imposible (tal como decía el tatuaje de una chica que conocí en clase), lo máximo que puedes tratar de hacer es mantenerlo a tu manera, y ver si eso te sirve.

Si no, siempre puedes calentarte la cabeza, que parece ser lo que mejor se te da hacer.

24.11.09

Viviendo en una burbuja


Y justo cuando crees que algo va bien...¡zas! Despiertas. Y te descubres a ti misma viviendo en una burbuja; la que tú misma has creado. Y es tan frágil que temes que, con cualquier movimiento en falso, explotará, y tú y tu idílica situación os precipitareis al vacío con ella.

¡Pumba! Y al suelo. Y es entonces, a partir de ese momento en el que eres consciente de que, desde el primer momento, todo se encuentra en la cuerda floja, cuando empiezas a valorarlo todo, con la certeza de saberte vulnerable,. Débil ante algo que ni siquiera sabes bien qué es. Ante el bienestar que, a veces, se nos antoja eterno, pero que nunca lo es. Porque si no, la vida sería demasiado predecible como para que nos sorprendiera.

A partir de ese instante empiezas a moverte cuidadosamente dentro de tu burbuja, de tu pompa de jabón. De la ilusión que, en parte, tú misma te has montado sin la ayuda de nadie Y empiezas a replantearte lo efímero de las cosas que te saben bien. Que te saben a eternas, cuando nada lo es. Y ya ni siquiera entiendes tus propias palabras, tus propios pensamientos o, incluso, las palabras que, desmesuradamente y sin control, brotan de tu boca. Sin saber muy bien de dónde vienen; si de tu cerebro, o de tu corazón. Quizá incluso de un lugar que todavía tú desconoces, uno que se encuentra recóndito en tu consciencia y que, a veces y sin saber por qué, con sentido o sin él, pugna por salir al exterior para poder manifestarse.

Es extraño el sinsentido de algunas cosas, y la importancia que le damos a veces sin entender por qué. Esa voz en tu conciencia que a veces deseas acallar,,bien porque sabes que todavía no ha llegado el momento de escucharla, o bien porque ni siquiera lo quieres hacer. Pero, pese a eso, muchas veces es tan fuerte que no puedes controlarla, sino que se convierte ella en la que te quiere acallar a ti. En ese momento empieza una lucha constante entre tu miedo y tu valentía. Entre la certeza y la incerteza; la decisión y la indecisión. Y por culpa de eso, tu cabeza está allí, allá, o más allá, pero no donde debería estar. Lo cual sigue sin llevarte a ninguna parte y, además, no te deja de martirizar. Vale, lo asumes, eso es así y no sabes como evitarlo. Pues menuda mierda.

5.11.09

(I) Amanecer


Me despierto, y me quedo un buen rato ahí, observándote. Después de una eternidad, aparto las sábanas, y salto por encima de ti. Las siete de la mañana, el sol saliendo. El frescor del amanecer, tú durmiendo todavía, con una sonrisa en la cara y la respiración acompasada. La brisa entrando a través del balcón, olor a jazmín y a hierbabuena. Tostadas, cereales, café. Todo un día por delante. Una buena ducha, el libro que tengo a medio leer. Tranquilidad. Abajo, mucha gente empieza el día, mientras otra mucha todavía duerme. El vecino desperezándose junto a su ventana, el gato paseándose por el tejado. El reloj, avanzando, el despertador a punto de sonar. Lo apago. Pasos lentos hacia la cama, y me vuelvo a tumbar a tu lado. Besos en la espalda, lentos, suaves. Volteas la cara y, lentamente, se te van abriendo los ojos. Brillan, aún estando medio cerrados. Deseos de detener el tiempo, y volverme a dormir, para volver a despertar y poder hacer lo mismo. Pero no; es hora de empezar el día, de vivirlo, de aprovecharlo. Luego, la noche volverá, y después de ésta, otro amanecer más. Y con éste, felicidad.

22.10.09

Tú. Sin más.


Tú me das calor. Y con eso, ya sobran las palabras.

21.10.09

Crash


Hay un momento; ese momento, en el que todo hace crash. Crash, y se rompe algo en ti, en tu interior. No sabes bien qué ha sucedido, qué ha sido esa sensación…pero sabes que la has sentido. Te ha dolido, quemaba.

Y te detienes a pensar, cavilando sobre qué ha podido ser el causante de esa ruptura. O en qué momento empezó a suceder. Pero no lo encuentras, y te pierdes entre la delgada línea existente entre el recuerdo y la imaginación. Y la cruzas, y entonces estás perdida; porque por mucho que lo pienses, ya ninguna conclusión a la que puedas llegar va a resultarte válida. Porque desconfiarás hasta de ti misma. No te lamentas deseando poder volver atrás para evitarlo, puesto que ni siquiera sabes cómo pasó. Por tanto, si retrocedieras, posiblemente volvería a pasar lo mismo.

Crash. Y todo cambió. Te sientes harta. Harta de lo que te rodea, de lo que no te rodea, de lo que tienes cerca y de lo que tienes lejos. De lo que ni siquiera tienes. Harta de ti. Y lo peor de todo; sigues sin saber porqué. Sólo tienes esa terrible y angustiosa seguridad de que estás cansada, pero no puedes descansar, porque no sabes de qué. Sabes que la evasión ya no te ayuda porque, una vez vuelves (y siempre tienes que acabar volviendo), los problemas siguen ahí.

A veces te gustaría meterte debajo de la manta y que, cuando alguien la retirara, tú hubieras desaparecido. Lo que no sabes es dónde te gustaría haber ido. A menudo te paras a meditar sobre el sentido de todo. De tu vida, de lo que haces, de lo que no haces. De por qué haces lo que haces. De tu existencia. De todo. Y eso te cansa todavía más, pues nunca eres capaz de responder a todas tus preguntas. Ni podrás serlo nunca, o si no, te acabarías por aburrir. Posiblemente, con total seguridad.

Saltas a la primera de cambio, fruto del cansancio acumulado. Pero de vez en cuando crees que es lógico hacerlo. Otras, ni siquiera sabes por qué te ha importado algo tanto. O simplemente, por qué te sigue importando. Y es confuso. Todo, en conjunto lo es.

Otras veces, te sientes inmensamente feliz. Por eso no eres capaz de entenderte, y eso te cansa. No quieres buscarle una razón a todo, aunque casi todas las cosas la tengan.

Y ansías que el viento te golpeé con fuerza en la cara. Para despertar o, quizá, que te llevé con él para seguir soñando. Quieres que haga frío a fuera, y calor dentro. No ves el momento en el que eso vuelva a suceder. Pero sigues resfriada, y estás harta de estornudar. Necesitas que el frío venga de fuera. Sentir algo más de calor en tu interior. Enciende el fuego. Quizás si calienta demasiado, los pedazos se fundan entre ellos y vuelvan a unirse. Si no igual que antes, al menos de forma similar.

7.9.09

Si tengo que salir de tu vida


Si tengo que salir de tu vida, espero no hacer demasiado ruido. Desvanecerme, como aquellas promesas que, tantos e ilusos de nosotros, nos hicimos un día.

Si tengo que salir de tu vida, espero no tener nunca ganas de volver a entrar. Probablemente, ya será tarde.

Si tengo que salir de tu vida, no quiero que pienses en mí como alguien que estuvo de paso, y luego se fue. Alguien que no quiso quedarse.

Si tengo que salir de tu vida, prefiero que pienses que jamás existí. Pues no me gustan los recuerdos. Especialmente, los del corazón.

Si tengo que salir de tu vida, olvida que estuve. Qué soy y qué fui. Que un día fui contigo, y ahora soy sin ti.

Si tengo que salir de tu vida, muéstrame el camino. Enséñame la salida. Y una vez fuera, cierra con llave, y sé feliz.

6.9.09

Borradores


¿Recuerdas aquél borrador verde, en el que grabaste tus iniciales junto a las mías? Es el mismo que utilicé para borrarte de mi vida.

Así, pum. Visto y no visto. Como si nuestra historia no fuera más que un cúmulo de palabras que se pueden borrar. Como si nada de esto hubiese ocurrido. Como algo que no vale la pena, o que, por el contrario, la valió demasiado como para querer recordarlo durante toda una vida; y ten en cuenta que ésta es la única que tengo.

Fue bonito, y especial, mientras duró. Después, vacío. Tuvo que ver con el tiempo, que acaba por emborronar los destinos escritos en lápiz. No debimos hacerlo; eso ya te lo dije.

Todavía se me escapan las lágrimas, caprichosas, cuando pienso en lo que fue y pudo haber sido. De nada sirve buscar las palabras adecuadas para decirlo, si ni siquiera sabes realmente lo que quieres explicar. Yo no lo sé. Ni porqué te escribo, tampoco. A ti, que nunca vas a leer nada de esto. A mí, que nunca he sido ni he querido ser consciente de mi sinrazón. De esa que me hace libre, mientras me conduce de cabeza hacia el abismo de la infelicidad.

Emociones que amenazan con desbordar por los límites de mi corazón. Hasta encontrar lo poco de cordura que me queda, para arrastrarla con ellas también. Nada sirve, si no estás tú para compartirlo conmigo. Nada seguiría sin servir, aun que lo estuvieras.

Desde entonces, odio los borradores porque, cada vez que veo un espacio en blanco, me imagino que lo nuestro ha estado escrito ahí. O que podría haberlo estado. Y el ser consciente de ello, sólo hace que me den ganas de destruir todas esas estúpidas gomas de borrar, que de tan poco sirven, pues lo único que consiguen es hacerme recordar. Ya que, desgraciadamente, no desaparece lo que se inscribe en el corazón.

¿Recuerdas aquél borrador…? ¿Pues sabes qué? A la mierda con los borradores.

21.8.09

El miedo también cabe en la maleta.


No importa cuan segura te sientas de ti misma y de tus capacidades. Ni lo convencida que estés de que has crecido, de que ya no tienes miedo, y de que la independencia o te asusta; te encanta.

Da igual lo que creas, siempre te acabarás sorprendiendo. A ti misma y a los demás. Pero, ¿acaso no es el miedo algo natural en el ser humano? Ten miedo, no pasa nada, es normal. Pero no te dejes vencer por él, eso nunca. Sea lo que sea que te espere por delante, hazle frente. Te las apañarás, de una forma o de otra. Y recuerda que desperdiciar oportunidades no es precisamente algo aconsejable. Y más aún cuando no sabes si volverán a presentarse.

Todo saldrá bien. O no. Pero no puedes seguir escondiéndote bajo la manta como cuando eras una niña, y algo te daba miedo. Espabila. Haz las maletas y prepárate para lo que venga. Y desconecta. Cuando vuelvas, tu vida te seguirá esperando, y seguro que tienes el tiempo suficiente como para aburrirla.

Vive lo que venga, pero vívelo.

17.8.09

Volver a empezar (otra vez).


Ayer estuve en Elche, colocando mis cosas en mi nueva habitación. Tengo balcón, y en él voy a tener plantas (¡por fin!), así que voy a tener algo que cuidar (o morirán); lo que implica una (pequeña) responsabilidad. Bueno, es un buen comienzo. Así que voy a tener que cuidar de alguien más que de mí misma, a ver si con esto de las plantas entreno. Es estúpido, pero oye, que para mí es un gran paso. Si consigo que no se me mueran en todo el año, me sorprenderé mí misma y todo.

Además, no seré yo sola la que ocupe la habitación. Por primera vez, he cedido un poco de mi espacio íntimo y personal (y además, muy gustosa de haberlo hecho), para compartirlo con otra persona, en vez de ocupárselo yo. Ves, eso sí es un gran paso. Puede que inconscientemente haya sacado lo de las plantas para quitarle un poco de peso a ese asunto que hasta a mí, y especialmente a mí, me parece sorprendente. No sé, pero la cuestión es que me siento bien. O más que bien. Feliz.

También tengo que estudiar para los exámenes de septiembre, prepararme las pruebas de nivel de la escuela de idiomas, acabar la mudanza (que se dice pronto), hacer los exámenes que acabo de citar, matricularme (tanto en la universidad, como en la escuela de idiomas), preparar mi viaje a Malta, e irme para allá. A pasar tres semanas en un país desconocido para mí, con gente desconocida, y con un idioma que no domino y que apenas conozco (muy triste, sí). Y sé que me dejo cosas.

Así que en estos momentos, mi cabeza está dando vueltas en una montaña rusa, y creo que viaja a demasiada velocidad. Y sé que, para una persona como yo, muchas de estas pequeñas cosas pueden llegar a suponer grandes desafíos.

Por eso me sorprende que, entre tanto caos, encuentre tanta paz.

11.8.09

Éxtasis.


Mírame. Quiero que leas en mis ojos que quiero que te quedes esta noche. Que intuyas en mis labios que deseo que me toques. Que huelas en mi piel que anhelo el placer.

Tira a un lado tu chaqueta, acércate, y arráncame la ropa; esta noche no la necesito. Muérdeme, provócame escalofríos. Hazme temblar. Esta noche quiero pasarla contigo.

Me muero porque vivas dentro de mí, tan sólo esta noche. Te dejaré probar aquello que muchos otros han deseado encontrar. Acaríciame, juega conmigo, hasta que se nos agoten los huesos. Hasta que no podamos más. Desbordemos el éxtasis hasta el final.

Átame si lo deseas, pero no me amordaces, porque además de gritar, voy a utilizar mi lengua para hablar un idioma que todavía desconoces. Déjame mostrártelo, que guíe tu mano, y que te acompañe por el camino de llamas que lleva hasta el frenesí.

Sin frenos. Hoy quiero arder y consumirme. Aguanta, quiero perder la consciencia en mitad da tanta excitación, quiero quedarme sin fuerzas, desatar mi furia y convertirla en gozo.

Cansarme tanto que se me nuble la mente. Hasta que olvide que son tus manos las que recorren mi cuerpo, y no las de él.

24.7.09

Acabar.


Es triste darte cuenta de que todo lo que te rodea: tus familiares, tus amigos, tu primer amor (o el último), tus sueños, tus planes, tus recuerdos, tus ideas, tu tiempo…tu todo, algún día desaparecerá. Porque nada dura eternamente. Porque “para siempre” es la más inútil de todas las expresiones inventadas por el hombre. Porque es falsa; supongo que por eso la utilizamos. Todo acabará, hasta tu vida. Hasta tú.

No estoy diciendo que haya que vivir amargado, pensando en eso constantemente, pero, ya que es un hecho, conviene tenerlo presente si no quieres llevarte más de un disgusto. Sólo eso.

Dicen que nada acaba mientras haya alguien que lo recuerde. No obstante, ¿de qué me sirve recordar algo que ya no está? ¿Para saber que existió? ¿Qué existió y ya no existe? Es bueno conservar los recuerdos, al fin y al cabo, parte de ti está hecha de ellos. Pero eso no significa que no pesen; a veces, incluso demasiado.

Es triste saber que todo lo que te rodea desaparecerá, sí. Pero más triste todavía es no saberlo. Cerrar los ojos, ignorarlo y que el día en que llegue el fin de algo, no sepas cómo aceptarlo.

Todo termina, tarde o temprano. Y es casi imperdonable que yo, que creía tenerlo presente y asumido, todavía me siga sorprendiendo.

18.7.09

Aprender.


Siempre que me pierdo (y mira que eso me pasa a menudo), recuerdo las palabras de una amiga: “Tú no sabes ser feliz”. Y lo peor de todo es que tiene razón. Pero, ¿acaso alguien sabe? Porque de ser así, no estaría mal que me lo explique.

Así que, si alguien puede contestarme lo siguiente, y además, con valor universal (no con el suyo propio), se lo agradecería. Bien, esto es:

1.- ¿Qué es ser feliz?
2.- ¿Cómo se puede ser feliz?
3.- ¿Cómo se mantiene la felicidad?

Y por favor, nada de respuestas superfluas o típicas.

Porque claro, supongo que (y creo no suponer demasiado) todos somos o hemos sido felices en determinados momentos u ocasiones, sí. Pero yo me refiero a ser feliz permanentemente. No del todo, tampoco me refiero a ser una persona sonrisa-payaso. Simplemente, no dejar que la felicidad nos asustes, nos agobie, nos confunda, o no nos deje pensar con claridad. Que esa felicidad no se torne contra nosotros a la primera de cambio. Que no nos aflija ni nos condicione.

¿Cómo demonios se consigue eso? ¿Y por qué nadie me lo ha explicado aún?

29.6.09

Impotencia.


Frente a ella, una mujer magullada, llena de moratones. “¿Por qué no le dejas?”, le pregunta llorando al espejo.