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24.11.09

Viviendo en una burbuja


Y justo cuando crees que algo va bien...¡zas! Despiertas. Y te descubres a ti misma viviendo en una burbuja; la que tú misma has creado. Y es tan frágil que temes que, con cualquier movimiento en falso, explotará, y tú y tu idílica situación os precipitareis al vacío con ella.

¡Pumba! Y al suelo. Y es entonces, a partir de ese momento en el que eres consciente de que, desde el primer momento, todo se encuentra en la cuerda floja, cuando empiezas a valorarlo todo, con la certeza de saberte vulnerable,. Débil ante algo que ni siquiera sabes bien qué es. Ante el bienestar que, a veces, se nos antoja eterno, pero que nunca lo es. Porque si no, la vida sería demasiado predecible como para que nos sorprendiera.

A partir de ese instante empiezas a moverte cuidadosamente dentro de tu burbuja, de tu pompa de jabón. De la ilusión que, en parte, tú misma te has montado sin la ayuda de nadie Y empiezas a replantearte lo efímero de las cosas que te saben bien. Que te saben a eternas, cuando nada lo es. Y ya ni siquiera entiendes tus propias palabras, tus propios pensamientos o, incluso, las palabras que, desmesuradamente y sin control, brotan de tu boca. Sin saber muy bien de dónde vienen; si de tu cerebro, o de tu corazón. Quizá incluso de un lugar que todavía tú desconoces, uno que se encuentra recóndito en tu consciencia y que, a veces y sin saber por qué, con sentido o sin él, pugna por salir al exterior para poder manifestarse.

Es extraño el sinsentido de algunas cosas, y la importancia que le damos a veces sin entender por qué. Esa voz en tu conciencia que a veces deseas acallar,,bien porque sabes que todavía no ha llegado el momento de escucharla, o bien porque ni siquiera lo quieres hacer. Pero, pese a eso, muchas veces es tan fuerte que no puedes controlarla, sino que se convierte ella en la que te quiere acallar a ti. En ese momento empieza una lucha constante entre tu miedo y tu valentía. Entre la certeza y la incerteza; la decisión y la indecisión. Y por culpa de eso, tu cabeza está allí, allá, o más allá, pero no donde debería estar. Lo cual sigue sin llevarte a ninguna parte y, además, no te deja de martirizar. Vale, lo asumes, eso es así y no sabes como evitarlo. Pues menuda mierda.

30.4.09

Sobre el amor y cambio.


A veces, tengo la extraña sensación de que las personas comprendemos las cosas más simples cuando ya es demasiado tarde, cuando ya no hay tiempo. Cuando el amor, el desamor, y todo lo que éstos conllevan, ya han terminado. Otras veces, en cambio, hay cosas que comprendemos demasiado pronto. Y en ocasiones, comprender algunas de estas cosas asusta, pero reconforta. Nuestra propia visión no es universal, cada uno tiene sus creencias y sus ideales. Puede que los míos sean un tanto extraños, pero no por eso voy a dejar de exponerlos.

Y es que, con el tiempo, me percaté de que en los cuentos nunca decían por cuánto tiempo eran felices y comían perdices. Nunca. Jamás contaban los problemas que habían surgido a causa de la convivencia, ni los celos que sufrían los protagonistas, ni los enredos, ni los engaños. Ni siquiera las aventuras. No revelaban si la princesa finalmente se cansaba de la arrogancia del príncipe, o de si éste se hartaba de la perfección y sosería de la princesa. No narraban si éstos se enamoraban de un vasallo o, incluso, si se planteaban su condición sexual. En realidad no decían nada. Un final poco aclaratorio y carente de imaginación, ideado para los más simplistas. Pensado tal vez para los idealistas. Pero, ¿y después? ¿Qué pasaba después?

Así fue como dejé de creer en el amor, o, al menos, en la visión que la mayoría de gente tiene de él.

A lo largo de nuestra vida cambiamos constantemente, estamos sometidos al cambio durante cada segundo de nuestra existencia. Todos, hasta el mínimo de los detalles, produce una alteración en nosotros. Surge algo que antes no estaba ahí, reaparece algo que quizá ya había estado, muere algo que creíamos que iba a perdurar.

No existen las personas inertes. Con el tiempo, cada persona evoluciona. Da igual si el cambio la hace mejorar o empeorar. La cuestión es que está ahí; esa persona que tú creías conocer y que, de hecho, tal vez sí conocías, ya no es la misma. Ya no existe, salvo en tu imaginación y tu memoria. Y, en este caso, se pueden dar dos situaciones: una, te vas adaptando al cambio progresivo que dicha persona ha sufrido. O dos, te estancas, y ambos/as os convertís en unos desconocidos. Tan sencillo como eso.

No existen personas para toda una vida, sino para momentos. Pequeños momentos que hacen grande nuestra existencia. Sí, compartir situaciones inesperadas. Algunas, que quizás ni habríamos podido llegar a imaginar.

Todo se desgasta, hasta el amor. Como decía Heráclito, "todo fluye, nada permanece". Nosotros fluimos. Puede que, en un determinado momento, consideres a alguien imprescindible para ti. Tal vez, creas y estés convencido de que, sin ese alguien, tu existencia ya no sería posible, no sería la misma. Bien, puede que te equivoques, al menos en una parte. En realidad, nadie es imprescindible para nadie. Todos vienen, se quedan y, tarde o temprano, se van. Y cuando se marchan tú y tu vida seguís ahí, de distinta forma, pero seguís. Puedes echar de menos a una persona hasta que te duela, pero no morirás en el intento. Recuerda que, después de esa persona, es probable que vengan muchas otras. O no. Momentos; la vida está llena de ellos. Momentos y personas, diferentes personas. Puede que encuentres a un mismo ser con quien compartir todos esos momentos o puede que, por el contrario, encuentres a muchos. Incluso tal vez es posible que no encuentres al adecuado.

Hay muchos tipos de amor, demasiados. Aunque, en realidad, nunca son suficientes. Los seres humanos nos necesitamos los unos a los otro, somos incapaces de de no crear vínculos o relaciones, sean de la clase que sean. Hasta la persona más independiente tiene amigos, familiares, alguien a quien amar o admirar.

No hay que ahogarse, las personas son eso; personas. Tú también eres una de de ellas. No permanecerás. Al menos, no para siempre. Debemos dejar de sentirnos asfixiados, de pensar que el mundo termina un día, con la marcha de alguna de esas personas. Habrán más, seguro. A veces te desenamoras volviéndote a enamorar. Otras en cambio, piensas que te enamoras demasiado a menudo, o demasiado poco, pero no es así.

La vida es un fluir de sensaciones. Habrá caprichos, aventuras, habrá amor. Pero la vida es muy larga y, a veces, nuestra misma forma de pensar muy corta.

Sin angustias. Todo pasa, todo cambia. Personas y momentos, de eso está hecha nuestra vida. Siempre rondará alguien por nuestra cabeza. Y si todavía no lo hace, paciencia, que llegará. Y puede que, con el tiempo. Ni siquiera siga siendo ese mismo alguien. Tendrás que esperar hasta que llegue ese momento. Sin angustias y sin presiones, pasará. Y tú estarás preparado o no para que pase, pero te acostumbrarás, y seguirás con tu vida, cambiando constantemente, cómo no.

La vida es vacío. Vacío que intentamos llenar con personas, experiencias y lugares. Nuestra vida es como una historia llena de capítulos, y nosotros la vamos escribiendo cada día. Aparecen, reaparecen y desaparecen personajes. Pero al final, siempre quedas tú. Tú y la historia que, sin prisa, pero sin pausa, vas viviendo.

Creo en el amor, estará ahí siempre, pero no espero que esté de la misma manera. Y espero estar preparada para cuando ese cambio tenga lugar porque, sin duda, llegará. Pero de no estarlo, no importa. Con el tiempo, o con el desarrollo de mi historia, tarde o temprano lo estaré.

Como ya he dicho antes, nuestras creencias no tienen porqué ser universales, ni mucho menos. Ni válidas para los demás. Pero estas son las mías por ahora. Dentro de unos meses, apuesto a que, probablemente, serán otras.