7.4.09

Desorden.


Miras hacia tu estantería polvorienta. Los libros con que tanta ilusión compraste, o incluso aquellos que te regalaron para que pararas de repetir que los querías, siguen ahí, esperando que alguien (por ejemplo, tú) los abra.

No. Ahora ya no lees apenas, ni escribes. Ni siquiera piensas en hacerlo. Bueno, en realidad a veces sí, pero con pensarlo no solucionas nada.

Tampoco pintas, ni cantas, ni sales a pasear cuando llueve, a correr por las angostas calles como una idiota. Como si el mundo se acabara. Como si tu existencia se agotara con cada gota que choca contra la acera.

Ya no sonríes con la boca abierta. Esa risa natural y sincera que ahora puedes ver en fotos de tiempos pasados. Tampoco lloras, no en público. Y a veces notas que se te agotan las palabras.

Sales. Eso desde luego; sales mucho. Pero no lo haces con esas extraña seguridad, esa confianza que te deja mostrarte totalmente tal y como eres, sin más. Esa seguridad de que puedes tropezar tantas veces como quieras, o hacer la mayor barbaridad que se te ocurra en ese momento; ellos te conocen, saben como eres, y que a menudo necesitas hacer ese tipo de cosas porque sí. Que a veces te evades en tus silencios, te ausentas y observas a la gente de tu alrededor como si tú no estuvieras allí. Y de repente vuelves, más despierta que nunca.

No ordenas tu habitación y, por consiguiente, tu cabeza. Sabes desde siempre que para ti las dos cosas van unidas, por extraño que pueda parecerle a los demás. No vas a clase, a penas pasas por allí y, cuando vas, sientes que esa silla se le queda pequeña a tu cabeza. Sí, a tu cabeza. Por eso simplemente reposas allí el culo.

Has olvidado francés, inglés, y prácticamente a tus mascotas. Bueno, a ellas las recuerdas, pero no como se merecen; siguen vivas. Y, cuando vuelves a casa, notas que ya no encajas allí. Ni siquiera en tu ambiente. La verdad es que no sabes dónde encajas exactamente.

Y, como no, sigues sin saber lo que quieres. Pero en parte ya te has resignado; posiblemente, no llegarás a saberlo nunca.

Tus amigos te repiten que no te conocen, pero a ti no te hace falta escucharlo, ya lo sabes. Tú tampoco lo haces. Pero estás cambiando, ¿no? Lo preocupante sería que no lo hicieras. Significaría que estás viva, pero que has dejado de vivir. Y no. No es precisamente así como te sientes. Más bien, todo lo contrario.

Ya no haces casi nada de lo que hacías. Lo sabes. Y no es que todo aquello te disgustara, qué va. Por eso no entiendes nada. Pero lo mejor de todo es que, por una vez, tampoco te importa ni quieres entenderlo.

No haces casi nada de lo que hacías y, sin embargo, te sientes bien, lo estás y, además, no puedes parar de sonreír.

2 comentarios:

K dijo...

Nat, creo que esta es, y con diferencia, la que más me ha gustado de todas las parrafadas que has subido. Me encanta lo que trasmite (lo que dice...¿será que los lugares comunes me acercan a eso que sientes? puede, pero aún así, yo no sabria como decirlo), sobretodo me gusta el ritmo. Ese decir y desdecir. El ritmo, tu ritmo...

No pares de sonreir.


=)


[te escribo en castellano, porque es parte del juego. Aunque tú no lo sepas...]

Korgialas dijo...

Es importante que no dejes de sonreir, nunca. Pero si tu sonrisa no es sincera (me remito al párrafo 4), tienes que pensar si sonries para engañar a los demás o para engañarte a ti misma, quizás las dos cosas. Y, ¿merece la pena? Dices que tus amigos no te conocen, pues ábrete a ellos y muéstrales cómo eres en realidad. Cuando tengas ganas de llorar, llora, y cuando tengas ganas de reir, hazlo a carcajadas. Pero, si te abres a ellos y son amigos de verdad, probablemente te ayuden a entenderte a ti misma y a saber qué es lo que quieres. Cuando lo sepas, entonces sí tendrás ganas de reir sinceramente y, quizás, el resto del mundo no entienda cómo puedes querer lo que quieres, pero ¿qué importa eso? Con que lo entiendas tú y las pesonas a las que quieres te apoyen, el resto del mundo no importa, porque tú tampoco le importas a él. No es egoísta pensar sólo en ti y en las personas a las que quieres, es lo que todo el mundo hace y, además, lo que es necesario hacer.
Sólo es mi opinión, bastante más fácil de leer que de cumplir, lo sé.
¡Un abrazo!