
Es triste darte cuenta de que todo lo que te rodea: tus familiares, tus amigos, tu primer amor (o el último), tus sueños, tus planes, tus recuerdos, tus ideas, tu tiempo…tu todo, algún día desaparecerá. Porque nada dura eternamente. Porque “para siempre” es la más inútil de todas las expresiones inventadas por el hombre. Porque es falsa; supongo que por eso la utilizamos. Todo acabará, hasta tu vida. Hasta tú.
No estoy diciendo que haya que vivir amargado, pensando en eso constantemente, pero, ya que es un hecho, conviene tenerlo presente si no quieres llevarte más de un disgusto. Sólo eso.
Dicen que nada acaba mientras haya alguien que lo recuerde. No obstante, ¿de qué me sirve recordar algo que ya no está? ¿Para saber que existió? ¿Qué existió y ya no existe? Es bueno conservar los recuerdos, al fin y al cabo, parte de ti está hecha de ellos. Pero eso no significa que no pesen; a veces, incluso demasiado.
Es triste saber que todo lo que te rodea desaparecerá, sí. Pero más triste todavía es no saberlo. Cerrar los ojos, ignorarlo y que el día en que llegue el fin de algo, no sepas cómo aceptarlo.
Todo termina, tarde o temprano. Y es casi imperdonable que yo, que creía tenerlo presente y asumido, todavía me siga sorprendiendo.