6.9.09

Borradores


¿Recuerdas aquél borrador verde, en el que grabaste tus iniciales junto a las mías? Es el mismo que utilicé para borrarte de mi vida.

Así, pum. Visto y no visto. Como si nuestra historia no fuera más que un cúmulo de palabras que se pueden borrar. Como si nada de esto hubiese ocurrido. Como algo que no vale la pena, o que, por el contrario, la valió demasiado como para querer recordarlo durante toda una vida; y ten en cuenta que ésta es la única que tengo.

Fue bonito, y especial, mientras duró. Después, vacío. Tuvo que ver con el tiempo, que acaba por emborronar los destinos escritos en lápiz. No debimos hacerlo; eso ya te lo dije.

Todavía se me escapan las lágrimas, caprichosas, cuando pienso en lo que fue y pudo haber sido. De nada sirve buscar las palabras adecuadas para decirlo, si ni siquiera sabes realmente lo que quieres explicar. Yo no lo sé. Ni porqué te escribo, tampoco. A ti, que nunca vas a leer nada de esto. A mí, que nunca he sido ni he querido ser consciente de mi sinrazón. De esa que me hace libre, mientras me conduce de cabeza hacia el abismo de la infelicidad.

Emociones que amenazan con desbordar por los límites de mi corazón. Hasta encontrar lo poco de cordura que me queda, para arrastrarla con ellas también. Nada sirve, si no estás tú para compartirlo conmigo. Nada seguiría sin servir, aun que lo estuvieras.

Desde entonces, odio los borradores porque, cada vez que veo un espacio en blanco, me imagino que lo nuestro ha estado escrito ahí. O que podría haberlo estado. Y el ser consciente de ello, sólo hace que me den ganas de destruir todas esas estúpidas gomas de borrar, que de tan poco sirven, pues lo único que consiguen es hacerme recordar. Ya que, desgraciadamente, no desaparece lo que se inscribe en el corazón.

¿Recuerdas aquél borrador…? ¿Pues sabes qué? A la mierda con los borradores.

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