11.5.09

Miedo.


Su familia, ajena a todo, lo amaba. Ella ya no, hacía tiempo que no. Por eso, cuando se presentaba a las puertas del trabajo a esperarla, con los ojos inyectados en sangre, ella sentía ganas de gritar. Pero, en vez de eso, le tomaba la mano y rezaba para que alguien tirase de la que le quedaba libre.

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